El pasado viernes 10 de abril falleció a los 62 años Gus Rodríguez debido a un cáncer que padecía desde hace tiempo. Y de acuerdo con algunos allegados, se fue trabajando, justo como él quería.
Quienes sobrepasamos la treintena y tenemos afición a los juegos de video tenemos a Gus como todo un referente del sector, quien hizo cuanto estuvo en su alcance allá por los años 90 para hacer que los juegos de video fueran tomados como algo serio, como un escape lúdico legítimo y enriquecedor, del que todos podíamos ser partícipes, ya sea que tuviéramos o no una consola.
Algunos lo recordarán por ser el principal anfitrión en Nintendomanía, programa pionero en nuestro país, mientras que otros, en los que me incluyo, lo recordamos por su papel en la mítica revista Club Nintendo, con la cual, sin que nos diéramos cuenta, fuimos parte de una comunidad que de un modo u otro marcó parte de nuestra infancia y/o adolescencia.
Nunca tuve el placer de conocerlo en persona, pero recuerdo que lo consideraba una persona afable y simpática que desbordaba energía, alguien que disfrutaba lo que hacía y uno se daba clara cuenta de ello, algo que resultaba admirable y, por qué no decirlo, inspirador. No me cabe la menor duda de que hoy en día muchos de los que se dedican de manera profesional a los videojegos en México, ya sea desde el lado del desarrollo o desde la trinchera del periodismo especializado, le deben algo a Gus Rodríguez.
Puede ser que a estas alturas de la vida hayamos olvidado de qué juegos nos habló en su programa de televisión, el contenido de sus editoriales o el conocimiento que nos brindó para poder superar un reto particularmente frustrante, pero creo que nadie que haya tenido contacto con su labor ha dejado de recordar su contagioso amor por los videojuegos y el legado de vida que nos dejó.
Estamos en contact, querido Gus.
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